viernes, 11 de noviembre de 2011

Tu huevo... ¿Vale lo mismo?

Una de las etapas más gratificantes de mi vida profesional ha sido sin duda cuando fui promotor social en el Programa Nacional de Solidaridad con Jornaleros Agrícolas en la zona cafetalera de la Sierra Norte de Puebla.

El equipo con quienes compartí mis vivencias lo integrábamos recién egresados de las facultades de Veterinaria,  Medicina,  Contaduría,  Antropología,  Biología y por supuesto Agronomía. Este pequeño abanico de disciplinas nos permitía hacer campañas de salud y profilaxis. veterinarias como orquiectomías,  campañas educativas con niños en las fincas y en sus comunidades,  actividades de investigación social entre otras.

Cuando estuvimos haciendo promoción social en las comunidades expulsoras de mano de obra jornalera pertenecientes a las cabeceras municipales de Huauchinango, Zihuateutla, Xicotepec, Cuetzalan, Zacapoaxtla y Jopala,  normalmente eramos obligados por la población,  a que el equipo se separara en parejas para comer en diferentes casas que se iban turnando entre los jornaleros.

Exceptuando los días de muertos. (que en el campo se viven de manera muy especial) casi siempre lo que nos daban de comer era "Huevo en Salsa" acompañado con tortillas y frijoles. Casualmente nadie de la familia comía con nosotros y en una de las visitas supimos el porqué.

Era el año de 1994 y la situación económica de los productores de café en México y en el mundo estaba en uno de los periodos más largos y profundos de crisis de los precios internacionales que llevaron a la mayor parte de ellos al abandono de sus labores productivas por lo insostenible que resultaba la relación costos-beneficios. Por lo tanto, las zonas cafetaleras estaban sumidas en un desempleo generalizado y como era de esperar la pobreza se extendió como plaga entre los cortadores.

Estábamos haciendo un estudio socio económico basado en encuestas dirigidas a nuestra población objetivo: los cortadores. Las entrevistas de investigación contemplaban las condiciones de las viviendas,  de educación,  de salud,  aspectos demográficos y sus hábitos alimenticios en donde descubrimos lo siguiente:

De lunes a sábado el alimento era Un plato de frijoles, tortillas y sal

Los Domingos en que cobraban los que tenían trabajo su alimentación eran: frijoles, tortilla, sal y Un Huevo por integrante preparados en salsa verde o roja (dependiendo de cual hortaliza estaba más barata.)

Eso significaba que en cada casa en la que habíamos sido recibidos con gusto, nos dieron de comer huevo en salsa aún sabiendo que esa familia no tendría comida especial para los siguientes domingos.

Nadie puede negar lo bien que se siente comer una rica arrachera , un corte americano, un cabrito norteño, unos raviloes a los cinco quesos, una lasagña de mariscos, una paella valenciana, unos chiles enogada! Para todos estos alimentos existe un precio el cual pagamos de vez en cuando con gusto por que nos lo merecemos. Pero para Un Huevo en salsa que representa el sacrificio que te brinda una familia extremadamente pobre,  por el gusto de visitarla , simplemente no existe ningún precio posible. 

Sin duda el "sabor de boca" o regusto de este huevo en salsa es tan grande que tras 17 años de haberlo comido, sigue estando presente como en ese entonces: saciando mi hambre y mi espíritu.

Tu huevo ¿Vale lo mismo?


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 Hasta la próxima y gracias.