jueves, 24 de noviembre de 2011

La Mujer de Simón

Simón media 1.48 metros, tenía 25 años, era regordete, se dejaba crecer un pequeño bigote para parecer mayor, traía fajado un machete tan  largo como sus piernas que casi llegaba al piso, en el campo usaba siempre botas de hule que le llegaban a las rodillas, de todo se reía y sonreía; sobre todo era una persona muy pro-activa. Siempre estaba proponiendo nuevas formas de organizar el trabajo y muy a menudo hacía actividades que resaltaban por su espontaneidad y buenas intenciones, precisamente su forma de actuar fue la que le valió para que se le diera la oportunidad de crecer en la empresa.

Cuando me lo presentaron como el encargado de la Finca de Café "La Veleta", rápidamente hice click con él por el empuje y su disposición por implementar los trabajos de campo que le indicaba además del liderazgo y respeto que infundía en los jornaleros que traía en su equipo.

Simón prometía mucho como encargado ya que rápidamente aprendía los trucos de campo y se esforzaba por interpretar y elaborar los cuadros >hechos en excel<  del programa de trabajo anual y los reportes estadísticos de la finca. Sin duda, algo admirable para una persona humilde sin educación primaria que apenas y sabía leer cuando lo conocí, pero...

Después de unos ocho meses, un día en el que llovía a cántaros; mientras esperaba a que me entregara unos reportes, entré a la casa donde vivía dentro de la finca para apurarlo, cuando me encontré con la otra cara de Simón.

Maltrato físico y psicológico a la mujer
En uno de los cuartos pude observar una cadena al piso, un plato con comida y un vaso con agua. Simón estaba en la pequeña oficina a un lado del cuarto buscando los papeles y no se dio cuenta de mi curiosidad.

Con cierta precaución me acerque, esperando encontrar un perro del otro lado de la cadena; pero mi sorpresa fue enorme cuando lo que ví fue a una muchacha indígena de unos 20 años, de cabello largo enredado, sucio al igual que su ropa; encadenada de uno de sus tobillos a el marco de la puerta de esa habitación.

- Es mi esposa, está loca-  me respondió cuando lo entre a la oficina a cuestionarlo por lo que estaba pasando.

- Pero si está enferma, no puedes tenerla así, hay que buscar a un doctor para que la revise y tal vez se puede curar, pero lo que no se puede hacer es tenerla como si fuera tu esclava!- Lo reprimí muy molesto y dolido por el cuadro tan triste que acababa de mirar.

-Además, no se ve que esté enferma. Es más, me saludo y respondió unas preguntas que le hice. ¿Por qué dices que está loca?-

- Bueno, solamente se pone loca a veces. ¡Cuando se enoja tengo que encadenarla para que no se vaya! Es que no se que otra cosa puedo hacer- Me respondió con cierta ingenuidad

- Mira Simón, le quitas inmediatamente esa cadena y mañana vengo por ella para llevarla con un doctor para que la revise y si necesita un tratamiento vemos para que se atienda. Si la mantienes encadenada entonces te vas a tener que ir de la Finca.- Le advertí con toda la seriedad posible.

Llegando a la Oficina, platiqué con la persona más "vieja" del campo, Don Genaro y para no dejar las sorpresas ese día, resulta que él estaba enterado de lo que pasaba:

La muchacha, había sido un "regalo" de su propio padre para que dejara de verse a escondidas con un muchacho vago de su pueblo que le caía mal. A diferencia, Simón tenía un gran porvenir y le caía bien.

Como era de esperarse, ella se había escapado antes en busca del muchacho, pero su papá se encargó de regresarla con Simón. Para que no volviera a irse; entonces la encerraba bajo llave; pero un día rompió un cristal y salió por una ventana. Finalmente se le ocurrió encadenarla para poder mantenerla con él.

Ese día tuve una de las pocas discusiones con Don Genaro por no haberme puesto en antecedentes. Para no hacerla más cansada, le dí instrucciones para que hablara con Simón y de campesino a campesino le hiciera entender que en la época actual lo que hacía se llama secuestro, violación y es una crueldad imperdonable. Y de paso nos convertía en cómplices de su delito.

Al día siguiente, Simón estaba muy triste porque el primer instinto de la muchacha al verse libre fue alejarse inmediatamente de la finca. Mi relación con aquel jornalero indígena que había llegado a ser encargado y al cual admiraba por su deseo de superación, se fracturó a tal grado que después de un mes decidió partir por propia voluntad y no lo volví a ver nunca más.

La ignorancia es lo que llevó a Simón a aceptar ese "regalo" Para su cabeza no era algo malo, pues;

 ¿Como puede ser malo aceptar a la hija que su propio padre le entregó?